Serenata

Cuando se habla de las tradiciones cubanas, hay que mirar a la música, y si nos referimos a Sancti Spíritus la trova ocupa un lugar principal. El fenómeno trovadoresco yayabero, bien merece figurar en la nómina de los fundadores reservada a Pepe Sánchez, Rosendo Ruiz, Sindo Garay y Alberto Villalón pues los compositores más renombrados de la Villa del Yayabo como Miguel Companioni y Rafael Gómez, “Teofilito” tuvieron problemas a la hora de inscribir sus obras en los registros musicales sufriendo el despojo autoral durante años.
Mirando un poco hacia la historia, la música espirituana tiene su origen en el fandango con la primera parranda, en las danzas y contradanzas del siglo XIX, las fiestas del Corpus Cristi y la música coral que vino con los emigrantes españoles.
En Sancti Spíritus, la trova, los tríos y las serenatas forman parte de una tradición muy arraigada pues es una ciudad que invita a ser cantada. Sus balcones, sus verjas y el suave tono de la luna en los tejados la hacen el sitio exacto para las serenatas.
Esta tradición surgida hace siglos, las serenatas se hicieron habituales en las noches de la villa, en muchas ocasiones los temas musicales eran por encargo pues ofrecer una serenata era una prueba de amor o de amistad y también podía celebrar una fecha significativa en la vida del agasajado.
Los músicos espirituanos de siglos pasados ofrecían miles de serenatas pues la gran mayoría utilizaban la música como un medio para aumentar su vida económica.
Por supuesto como cualquier suceso cultural las serenatas tienes muchas anécdotas pasando por el conocido cubo de agua a los músicos, o el desdén de no abrir la ventana.
No podemos hablar de la existencia de la trova espirituana y sus tríos sin las serenatas. Muchas obras musicales de la trova aparecieron con la improvisación o con un nombre femenino.
Desgraciadamente en el siglo XXI las serenatas no son tan utilizadas como antaño, aunque aún en La casa de la Trova, amparada por las campanadas del reloj de la Iglesia Parroquial Mayor, otorgan esa magia indispensable para disfrutar, cantar y adornar las noches espirituanas, garantizando que en la Villa del Yayabo nunca morirá el amor.